jueves, 28 de febrero de 2013

DORMIR BOCA ABAJO AL SOL


Hoy, fin de semana, y con un poco de tiempo libre, entre los estudios y el deporte, he decidido realizar este experimento. Así que, cogí una toalla y me tumbe a tomar un sol de invierno que apenas calienta. Coloqué la toalla justo al lado de la fuente y sobre el verde césped que cubre el jardín. Quería comprobar si yo también sentía lo mismo que el protagonista del artículo que he escogido. Sin embargo, con forme fueron pasando los minutos mis pensamientos fluían por derrotero completamente distinto a los que había leído hacía un momento. Notaba aún la brisa fresca de invierno, mi cuerpo no estaba relajado por completo, notaba mi respiración y no paraba de moverme.

 En cuestión de minutos el sol se apoderó de mí, dejándome sin fuerzas, totalmente relajada y abstrayéndome de todo tipo de pensamiento que pasaban por mi mente. Solo escuchaba el ruido de los pájaros, el suave movimiento de los árboles y el continuo chorro de agua que caía de la fuente. Empecé a quedarme dormida, estaba demasiado relajada, ausente del mundo real, ajena a cualquier mínimo ruido. Notaba mi cuerpo cada vez más caliente, como si una manta eléctrica me cubriera de la cabeza a los pies. No era capaz de mover ningún músculo, era como si mi cuerpo se hubiera quedado sin batería. De  nuevo, una suave brisa fresca, pero esta vez fue imposible reaccionar, ya era demasiado tarde, me había quedado dormida por completo. Al despertarme, sentí una sensación muy desagradable. El calor me había quitado demasiada energía, estaba como ebria, mareada, con un gran dolor de cabeza.

Prometo que intenté filosofar, hurgar dentro de mí intentando buscar una línea de dónde tirar y sacar provecho para hacer mi artículo, pero el sueño pudo con todo, como una ola que rompe en la orilla y se lleva todas las ilusiones que un niño había puesto en un castillo de arena. Lo volveré a intentar a ver si esta vez hay suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario